Luis Reyes de la Maza, escritor mexicano que ha destacado por sus investigaciones acerca de la historia del teatro y el cine en México, además de ser el autor y adaptador de las telenovelas mexicanas más populares de los años 70’s, nos narra en su autobiografía una anécdota ocurrida cuando laboraba como Supervisor General de Teatros del D.F. durante el gobierno del Regente Lic. Ernesto P. Uruchurtu, que se caracterizó como una época donde la censura llegó a los extremos:
“Un día me ocurrió algo que ya
he escrito en otra ocasión y que nadie me ha querido creer. Y es que no se
recuerda que no hay límite alguno para un pendejo. Resulta que el jefe de la Oficina
de Espectáculos me llamó a su oficina una mañana y sostuvimos el siguiente
diálogo que he perpetuado en mi memoria por insólito:
--Oiga, Reyes, ¿ya leyó esta
pinche obra que quiere poner Álvaro Custodio?
--Sí, señor, La Celestina.
--¿Y qué opina de ella?
--Que es una joya de la
literatura.
--¿Cómo se atreve a decir
tamaña pendejada? ¿No la ha leído bien, o qué?
--Sí, señor, pero no comprendo…
--¡Se dice en ella 12 veces la
palabra puta!
--Sí, efectivamente, pero…
--¡Es inconcebible! ¡No sé a
dónde quieren ir a parar estos cabrones empresarios! ¡Si el señor regente se
entera de esto los manda a Lecumberri por el resto de sus pinches vidas! ¿Cómo
se llama el autor?
--Fernando de Rojas, señor.
--¡Pues vaya a buscarlo y
dígale que de ninguna manera vamos a permitir su cochinada esta y que no ande
escribiendo palabrotas que ofenden a la moral y a las buenas costumbres!
--Querrá usted decir que vaya
a buscar a Álvaro Custodio…
--¡No! ¡A ese inmoral de
Rojas! ¡Los autores mexicanos se creen muy chingones nomás porque ponen malas
palabras! ¡Dígale que venga a hablar conmigo!
Desde muy joven aprendí que
nunca hay que llevarle la contraria a un superior ni demostrarle que es inculto
ni mucho menos tonto, así que prometí que buscaría a don Fernando de Rojas y le
daría su recado. Días más tarde informé que el autor requerido se encontraba
internado en un sanatorio, y a la semana participé al funcionario que había
fallecido y por tanto no podría acudir a la cita. La Celestina fue prohibida.”
Memorias de un
Pentonto (1984)
Luis Reyes de la Maza
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