Encontrábase una noche en casa de la condesa Browne, fanática admiradora de Beethoven, el discípulo predilecto de éste, Fernando Ries. El joven había tocado toda la noche composiciones de su famoso maestro, hasta que finalmente, se puso a improvisar una marcha. No resultó una mala composición, aunque, naturalmente, no tenía el valor de la maravillosa música del autor de "Claro de Luna".
Pero la dueña de casa, creyendo que
también aquélla era una composición de Beethoven, la ponderó muchísimo, sin que
Ries, el discípulo, la sacase del engaño. Y a la noche siguiente, en una nueva
reunión que contó con la presencia del "Maestro", comenzó a elogiar
su nueva composición.
Como es natural, éste se mostró
extrañado, pero Ries se apresuró a explicarle, al oído, lo ocurrido, cosa que
le divirtió muchísimo.
Quiso después que su discípulo tocara
nuevamente aquella marcha; y al ser ejecutada, todos los presentes la
ponderaron con los más elogiosos términos. Fue entonces que el gran compositor
reveló el engaño, diciendo:
--Observe, Ries, cómo opinan sobre
música estos famosos "entendidos".
Cualquier composición es para ellos hermosa con tal que lleve el nombre de uno
de sus autores predilectos.
Anecdotario
Universal
César H. Cabrera
César H. Cabrera
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