domingo, 13 de abril de 2014

Despistado


               Pablo Picasso, era un gran aficionado a los toros y nunca dejó de asistir a las corridas aun estando en Francia. Una tarde, en el transcurso de una corrida que presenciaban Picasso y Eugenio Arias, su barbero particular, un picador le brindó la faena al genial pintor, lanzándole su sombrero. Picasso se lo devolvió con un dibujo que había improvisado durante el transcurso de la misma. Más tarde, al finalizar el espectáculo, el picador le comentó a Eugenio Arias que uno de los toreros que intervenían en la fiesta le había ofrecido, nada más y nada menos, que cincuenta duros por su sombrero. Arias le aconsejó que lo recuperara porque había hecho un muy mal negocio. Años más tarde, se volvieron a encontrar el barbero y el picador y éste le agradeció efusivamente el consejo que Arias le había dado en aquella ya lejana oportunidad, ya que gracias a la venta del "famoso" sombrero había podido comprarse una casa.

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