domingo, 25 de mayo de 2014

Sustote


Emilio Azcárraga Milmo, el empresario más poderoso que ha visto México, era muy quisquilloso con los gafetes. Estas credenciales, sin las cuales ningún empleado era admitido dentro de las instalaciones de Televisa, debían portarse no sólo como identificación, sino como símbolo de orgullo. Después de todo, el personal de Televisa estaba empleado por la compañía de medios de comunicación de habla hispana más grande del mundo, con cimientos que se remontan a 1930. Cuando se encontraba en sus oficinas de Chapultepec, Televicentro, o en los Estudios San Ángel, Azcárraga procuraba siempre usar su gafete, aunque a veces lo dejaba a propósito dentro de su bolsillo y reprendía escandalosamente a los guardias de seguridad que le permitían pasar sin él. En Televisa, el gafete representaba entonces el pasaporte y el emblema de honor; por tanto, la lealtad consistía en tener no sólo “la camiseta bien puesta”, sino también “el gafete bien puesto”.
Un día en Televicentro, Azcárraga entró en un elevador en el que viajaban algunos de sus técnicos, enfundados en sus chamarras amarillas. Inmediatamente notó que uno de los hombres no llevaba el gafete prendido al bolsillo de su uniforme, sino colgando de su cinturón. “¿Para eso te pago tanto?”, reclamó Azcárraga, “¿pa’ que traigas el gafete en los huevos?”. Se hizo un silencio aterrador. El Tigre había rugido. Pero el empleado pudo musitar una respuesta. Llevando su mano a la garganta, exclamó: “No, señor, esos los traigo aquí”.
Azcárraga soltó tremenda carcajada, una de esas amplias y sonoras carcajadas suyas que le eran características. Nerviosos, sus empleados empezaron a reír entre dientes. Cuando el elevador llegó a su piso, Azcárraga se quitó su Rolex y se lo dio al trabajador. “Lo mereces, cabrón”, dijo, y salió por las puertas.

El Tigre Azteca
Revista Semana, 8 de mayo 2000.
Newsweek

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