viernes, 3 de octubre de 2014

Muy Cuidadoso


El médico veterinario Luis Palazuelos Platas se encontraba con un grupo de colegas especialistas en fauna silvestre en un simposio en Monterrey. Durante un receso se encontraron con un veterinario que laboraba para un zoológico particular en  Tijuana y que hacía un buen tiempo no se le veía en los congresos.  Platicó que tuvo un peligroso accidente al manejar un chimpancé adulto. El primate le mordió y arrancó dos dedos de su mano derecha y arañó su cara abriéndole una herida a lo largo de su párpado inferior derecho y mejilla derecha. Afortunadamente se liberó del animal y fue tratado exitosamente en un hospital. Las cicatrices que presentaba en la cara, en el brazo y en la mano eran las pruebas de ese terrible suceso.
--Yo también tengo una cicatriz –dijo uno de ellos, queriendo participar en la plática. Imprudentemente descubrió su brazo derecho el cual mostraba una larga y ancha cicatriz que iba del codo hasta el dorso de la mano. --Esto me lo hizo un tigre de bengala cuando le iba a dar un tratamiento en su comida. Por poco y me corta la cefálica.
Otro médico se descubrió parte de la espalda levantándose la playera. Presentaba en el flanco derecho a nivel lumbar tres cicatrices hundidas y brillosas de forma circular del tamaño de una bola de golf mezcladas con otras en forma de rayas delgadas.
--A mí me mordieron dos monos araña en su jaula de cuarentena. No me los podía quitar. Me dieron con saña los desgraciados.
Un tercero no quiso quedarse atrás y levantó parte de la pernera del pantalón y exhibió su pantorrilla izquierda donde una cicatriz ancha y lisa de color rosa intenso en forma de luna en cuarto menguante impresionó a todos.
--Aquí me mordió una cascabel que acababa de ordeñar. Se me escapó, y al tratar de sujetarla la agarré por la cola y que me da un rozón en la pierna. Eso fue una ventaja, además de que era pequeña y estaba recién ordeñada. Tenía casi nada de veneno. Aunque me inyectaron el suero anticrotálico se me necrosó un poco la herida.
La atención de todos se dirigió hacia Palazuelos:
--¿Y tú, Luis? –Preguntó aquel que contó su aventura con el tigre. --¿Qué cicatrices te han dejado los animales después de tantos años?
Palazuelos con una sonrisa y alisándose el bigote le respondió:
–Ninguna. No soy tan güey. Yo sí me cuido.


Anecdotario Personal (s/p)
Octavio Rojas

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