domingo, 6 de julio de 2014

Ojos Que No Ven...



Durante su recorrido por las provincias rusas en 1787, Catalina II la Grande creyó, al ver gente alegre y villorrios prósperos, que había conseguido hacer dichosos a sus súbditos. No se dio cuenta que todo era un engaño fraguado por su primer ministro, el tuerto Grigori Potemkin, quien hizo disponer «aldeas Potemkin» a lo largo de la ruta real. Había ordenado al pueblo que aseara las calles, pintase las fachadas de sus casas, vistiera sus mejores ropas y sonriera. La emperatriz jamás notó la miseria y mugre tras esas fachadas.

El Libro de los Sucesos (1979).
Isaac Asimov

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