El rey Luis XIV, el Rey Sol, hablaba un día del poder del monarca sobre sus vasallos y Armand de Gramont, conde de Guiche, se permitió observarle que tal poder tenía sus límites.
--Conde --le dijo el rey--, mi
poder no tiene límites. Si yo os mandara tiraros al mar tendríais que arrojaros
de cabeza al agua inmediatamente.
El conde no replicó, pero
dando media vuelta se dirigió a la salida del salón.
--¿Dónde vais? -le preguntó el
rey.
--A aprender a nadar, señor.
Todos rieron.
Revista en Red
José Luis Carranco
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