Artemio de Valle-Arizpe cuenta
como a Manuel José Othón, poeta mexicano, le pidió una vez un hombre que había
sido mozo de su casa que bautizara a su hijo recién nacido. Amablemente accedió
a ser el padrino del niño.
“--¿Qué nombre quieren que
lleve? –preguntó Othón.
“--Pos nosotros estamos
conformes y muy gustosos con el que diga su mercé.
“--Mira, Cleto, ¿qué te parece
que le pusiéramos Respicio, santo mártir de Nicea, o Pedro de Sassoferrato, con
lo que además, quedará apellidado sonoramente, u Honorio o Fedoro?, a mí estos
me parecen novedosos, son nombres como de pajes o de trovadores.
“--Pos si usté quere así
ponerle al chamaco, estamos conformes y gustosos, pero desearíamos que nuestro
chamaco se llamara como su padrino, Manuelito.
“--¿Qué día nació tu hijo,
Cleto?
“--El 15 de septiembre, siñor
don Manuelito, a las meritas once de la noche…
“--Ah, ¿conque a la hora del grito? –interrumpió el poeta. –Bueno,
Cleto, pues se llamará Manuel como yo, y como ustedes y yo somos buenos
patriotas, le pondremos, además, Grito, para conmemorar el de la Independencia,
y también porque nació a la hora exacta en que este se celebraba, y así, Cleto,
cumplimos con Dios y con la patria, ¿qué te parece?
“Efectivamente, al Cleto ese,
le pareció bien el nombre absurdo que le pusieron a la pobre criatura. Yo conocí
bien a ese muchacho, Grito Jaramillo, pues el cristianísimo Manuel se lo
evaporaron.”
Anecdotario de Manuel José
Othón (1980).
Artemio de Valle-Arizpe
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