El romántico autor inglés,
George Gordon Byron, sufría mucho por aquel defecto físico que le restaba
prestancia y gallardía. En cierta ocasión, la duquesa de Devonshire, muy
hermosa, pero bizca, quiso gastarle una broma con su juego de palabras, y le
preguntó:
--¿Cómo anda hoy, Lord Byron?
Y dejaba asomar una sonrisita
irónica por la ventana pícara de sus ojos.
El poeta, fingiendo una
tranquilidad que no sentía, contestó:
--Señora, ando como usted ve:
muy mal.
Y también él dejó que en sus
ojos se dibujara la chispa de la ironía.
Melosetodo de las Anécdotas de
la Historia (1996).
Pancracio Celdrán
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