Sin saber de donde llegó, de
la noche a la mañana apareció en Torreón, Coahuila, un joven francés, que
decíase Conde, cuyo nombre era Armand de la
Rochefaucauld. Su carácter alegre y extrovertido le permitió darse a
conocer rápidamente en toda la ciudad; asistiendo a cuanta fiesta se celebraba
y presentándose personalmente.
Además de ser un hombre muy
instruido, era extravagante hasta la exageración. A veces por las noches dormía
en los carros vacíos del ferrocarril, lugar de reunión de los hampones con
quienes trababa amistad. Asimismo visitaba continuamente cantinas de mala
muerte. Otra de sus costumbres consistía
en ponerse a escribir en máquina en la banqueta de la calle.
Cierta noche que se encontraba
en el prostíbulo de la señora Paz Limón, ocurrió una tragedia que
involuntariamente provocó Oscar Larriva, al disparársele accidentalmente su
pistola, dando muerte a la dueña de dicho antro. Al intervenir las autoridades,
el causante de ese fatal suceso fue encarcelado de inmediato. Por la mañana, la
prensa publicó a grandes rasgos la noticia, de acuerdo con lo que logró recabar
de algunos testigos oculares y, como se trataba de jóvenes bien, el escándalo
fue mayúsculo.
Armand de la Rochefaucauld,
que había presenciado lo acontecido, al leer el periódico supo que no lo
mencionaban entre los testigos y acudió ante el juez, reclamándole indignado
por qué no lo habían citado a declarar. Luego se dirigió a las oficinas del
periódico, en donde ofreció una buena suma en efectivo para que publicaran su
nombre cuanto antes, como testigo en las investigaciones que se llevaban a
efecto. Al día siguiente su nombre apareció en primera plana con una fotografía
que él mismo había aportado.
Anécdotas del Güero Marroquín
(1988).
Enrique Marroquín
Pámanes
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