Cuentan
que las monjas carmelitas de Olivais que custodiaban el brazo incorrupto de
Santa Teresa de Jesús, realizaron una visita de cortesía a las carmelitas de
Nueva York. El mejor presente que podían llevar con ellas era el brazo de la
santa, pero había que pasar los trámites aduaneros, y llegó la fatídica
pregunta:
«¿Algo que declarar?». Las
religiosas, lejos de mentir o de ocultar el brazo cual cartón de tabaco,
enseñaron al funcionario de la aduana el relicario con el brazo dentro.
«¿Y esto qué es?», preguntó el policía.
«El brazo incorrupto de Santa Teresa»,
respondieron las monjas. El hombre buscó en su listado el arancel que había que
pagar por pasar aquella reliquia y, evidentemente, no encontró una partida
donde pusiera «
brazos incorruptos»,
pero no por ello iba a dejar de ingresar en las arcas la tarifa
correspondiente.
Como el aduanero no tenía
intención alguna de requisar el brazo, buscó en el listado algo parecido a
aquello que iba dentro de la urna, hasta que lo encontró. El brazo incorrupto
de Santa Teresa fue incluido en la partida de «salazones y pesca salada» en el permiso de importación temporal.
Polvo Eres (2008).
Nieves Concostrina
Nota Aclaratoria: El brazo incorrupto de Santa Teresa de Jesús en realidad es una mano.
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