El General Porfirio Díaz recordó la asombrosa historia del perro del
oficial francés Enrique Tarre la mañana del 31 de mayo de 1911 en Veracruz,
momentos después de haber abordado el Ipiranga que lo llevaría al exilio,
reconociendo la fidelidad absoluta que un perro puede profesar por su amo.
El oficial Tarre llegó con el cuerpo expedicionario francés al mando del
mariscal Aquiles Bazaine después de la caída de Puebla en 1863. Sin embargo, no
llegó solo a México, al desembarcar en Veracruz lo acompañaba su perro.
Enrique Tarre y su perro se aprestaron para lo que mejor sabían hacer:
entrar en combate. Tarre fatídicamente murió. Su cuerpo yacía en el campo de
batalla resguardado por los desgarradores aullidos de un perro que desesperado
rondaba a su amo. Los republicanos intentaron acercarse a recoger el cadáver pero el perro adolorido se lanzó
feroz contra ellos sin permitirles dar un paso. Cuando finalmente lograron
acercarse, el general Díaz tomó la espada y al perro de Enrique Tarre, escribió
presurosamente una nota y se los envió al mariscal Bazaine, haciendo una
relación de la heroica muerte del oficial y describiendo conmovido cómo aquel
triste animal había defendido el cuerpo sin vida de su amo. Díaz solicitó que
la espada y el perro fueran entregados lo antes posible a la familia del caído.
La espada como símbolo de su valor en batalla, el perro como homenaje a la
gratitud.
Las Dos Caras de la Historia. Revolución
Mexicana (2010).
"El Perro del Oficial Tarre"
Sandra Molina Arceo
"El Perro del Oficial Tarre"
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