Ireneo Rauda Acosta, fue un gran general de brigada, que se distinguió por su sagacidad, y gran capacidad para el combate y la estrategia militar, pero decían sus compañeros de la milicia que no tenía una gran preparación académica, y que era un tanto cuanto distraído por lo que era presa de bromas, propiciadas por él, voluntaria e involuntariamente.
En una ocasión un general amigo
de él, lo invitó a una comida en la que estarían otros militares. Sabedores de
su incipiente preparación y de su distracción, el general anfitrión pidió a los
meseros colocar un plato en la mesa en cada uno de los lugares y junto a cada
uno de ellos una cuchara, pidiendo a los meseros que en el lugar destinado al General
Rauda pusieran solamente el plato sin cuchara. Luego y durante la reunión el
general anfitrión ordenó a los meseros servir sopa en cada plato, pero antes de
empezar a comer, el anfitrión dirigió unas palabras a los invitados; así lo
hizo y al término del discurso dijo:
--¡Ahora sí! ¡A comer! ¡Y que
tizne a su madre el que no se coma la sopa con cuchara!
Los militares no podían
contener la risa. Ante la molestia del General Rauda, disimulando su gran
coraje, agarró una tortilla y doblándola y como haciendo un pequeño cucurucho
con ella, se comió la sopa como pudo. En seguida, el anfitrión pidió a los
meseros sirvieran el siguiente platillo. Luego de servirlo y antes de empezar a
degustarlo, el General Rauda pidió dirigirse a los invitados mediante un breve
mensaje. Le fue concedida la palabra. En el mensaje agradeció a quienes lo
habían invitado y al término de éste dijo:
--Bueno. ¡Pos ora sí! ¡A comer! ¡Y que tizne a su madre el que no se coma la
cuchara!
Morelia a Través
del Tiempo (Marzo, 2013).
Sandra Guajardo
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