Por aquel tiempo, y por cuestión de la guerra (narra el escritor mexicano Tomás Mojarro), creció el hervor de la bracereada, sobre todo en las zonas miserables de la República, como Zacatecas. Los hombres esperaban llenos de impaciencia que la contratación llegase a Jalpa. Uno de los más ansiosos era mi padre.
Por fin,
una mañana salieron varios camiones descubiertos con rumbo a Aguascalientes, y
de allí a Irapuato, donde se tomaría el tren a California. Mi padre se iba de
bracero, con su morral de bastimento y su caja de cartón donde iba una muda de
ropa y la foto de los chamacos con todo y madre.
Lo fui
a despedir a la salida del pueblo…
Meses
después retornaría el ausente con un velicito de lámina donde venía una muda y
unas tarjetas del puente de Brooklin. Mi padre llegó derrengado de cansancio y
con las manos destrozadas por la pizca del betabel, y sólo tuvo fuerzas para
lamentar el que yo ya no estuviese en la casa, el no haber logrado hacer dinero
para que su primogénito no tuviera necesidad de andar en la aventura, donde
tanto se sufre.
Vino
hablando mal del mentado betabel; platicó que había vivido en un antiguo campo
de concentración, que apenas había ganado lo suficiente para pagar las deudas
del dinero que tuvo que emplear en sobornos para que el presidente municipal lo
incluyera en las listas de contratación. Por fin se le había concedido conocer
el paraíso, y volvía de allá bastante escamado. “Lo bueno –dicen que decía-- es que
nuestro gobierno nunca ha tenido intención de deshacerse de la mitad del
territorio. Que se queden con Mexicali y Tijuana, pero que a los de Zacatecas
para abajo nos dejen seguir siendo mexicanos”.
Nuevos Escritores
Mexicanos del Siglo XX Presentados Por Sí Mismos: Tomás Mojarro (1966).
Tomás Mojarro
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