Diego Rivera aseguraba abominar las academias de Bellas Artes. Sin embargo, un día lo vieron entrar a la Academia de San Carlos. Su director, Manuel Toussaint, gratamente sorprendido, corrió a saludarlo:
--¡Maestro Rivera! ¿A qué debemos el honor de su visita?
Respondió Diego:
--Encontré cerrada la cantina, y solo vengo a mear. Dígame dónde están los mingitorios.
Anecdotario Mexicano. Ingenio y Picardía (1982).
Jorge Mejía Prieto
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