A principio de 1865, Benito Juárez vivía en Chihuahua, mientras su mujer y sus hijos se establecían en los suburbios de Nueva York. Por largas temporadas no supo de su suerte. Al saberlos sanos y seguros, les escribía con frecuencia dándoles consejos de toda índole sobre la vida cotidiana. Por ejemplo, había que tener cuidado con los calentadores, no abusar de ese moderno invento:
“Yo creo que el frío, así como
el calor, aunque mortificantes, son una necesidad que las leyes de la naturaleza
han establecido para conservar y vigorizar al hombre, a las plantas y los
animales, y es necesario no contrariar esas leyes si no se quiere llevar en el
pecado la penitencia”.
Siglo
de Caudillos. De Miguel Hidalgo a Porfirio Díaz (2014).
Enrique Krauze
No hay comentarios.:
Publicar un comentario