En 1836, luego de la
desastrosa guerra de Texas, el general Antonio López de Santa Anna cayó
prisionero. A un soldado estadounidense le pareció curioso verlo masticando y
masticando sin tragar lo que comía. Entonces le preguntó lleno de curiosidad,
qué era aquello inacabable a lo que don Antonio respondió regalándole un pedazo
de goma obtenida del árbol de chicozapote que al probarla tenía un sabor dulce.
Tiempo después vino el estadounidense a México para adquirir más de aquella
goma a la que agregó diversos sabores. El visionario empresario estadounidense
fundó una gran compañía; a partir de entonces decidió firmar exclusivamente con
su apellido. En poco tiempo los anuncios lo volvieron famoso con una sola
palabra: Adams.
Anecdotario
Insólito de la Historia Mexicana (2008).
Alejandro Rosas
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