El Padre Miguel Agustín Pro, jesuita, fue señalado como uno de los
autores intelectuales del atentado al General Álvaro Obregón, ocurrido en noviembre de 1927 cuando era presidente Plutarco Elías
Calles. Lo fusilaron por ello. Era un sujeto carismático que había participado activamente
en la lucha cristera.
Miguel Agustín Pro era un sujeto muy peculiar: ingenioso bromista
y tenía la manía de los disfraces, que utilizó ampliamente para burlar la
vigilancia oficial contra los cristeros.
Yendo vestido de traje a dar la Sagrada Comunión a un grupo de
señoras, entró gritando la criada que venía la policía.
Las damas se espantaron, pero el padre las tranquilizó, les ordenó
repartirse por la casa. Acto seguido se guardó el Santísimo en el pecho y
encendió un cigarrillo.
Entonces entró un grupo de agentes.
—¡Aquí hay culto público! –dijo el jefe.
—No la amuelen –replicó el padre.
—Sí, señor, aquí hay culto público, acompáñenos a revisar la casa.
Total que el padre los acompañó, pero no conocía la casa, y cuando
después de mil vueltas y un buen rato no encontraban al dichoso curita, el
padre les dijo con desenvoltura:
—Bueno, caballeros, se me hace tarde, quedé en salir con mi novia,
y la verdad no tengo tiempo para esperar a que atrapen a ese desvergonzado
sacerdote que se está burlando de ustedes...
Crónicas
de un cristero: El caso de Miguel Agustín Pro (2010).
Jesús
Batista
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