jueves, 14 de mayo de 2015

Leal Amistad

                
A pesar de los difíciles tiempos revolucionarios, hacia 1915, el barbero de Piedras Negras, Coahuila, mantenía en pie su negocio. En una ocasión, entró a la peluquería el general villista Rosalío Hernández y pidió al barbero que lo rasurara. Mientras lo llenaba de crema de afeitar, los hombres de la escolta irrumpieron para notificar al general que en el tren que estaba por llegar venía un cura con el cual tenía cuentas pendientes. Rosalío Hernández ordenó que lo aprehendieran y fusilaran. El barbero escuchó y colocó su filosa navaja de afeitar sobre la yugular del general.
    --Revoque sus órdenes o aquí se muere.
                Sorprendido, el general desistió y pidió a sus hombres que esperaran afuera. El barbero continuó rasurando al general, consciente de que tendría que pagar con su vida haber salvado la del cura. El oficial lo observó fijamente y le dijo:
                --Tengo que reconocer que es usted muy hombre, pero tengo que admirar que su amistad es aún mayor. Considéreme desde este momento su amigo--. Y le estrechó su mano.
                El barbero y el cura salvaron la vida.

Anecdotario Insólito de la Historia Mexicana (2008).
Alejandro Rosas

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