lunes, 25 de mayo de 2015

Frase Secreta


A las 2:56:20 del 21 de julio de 1969 el comandante del Apolo XI, Neil Armstrong, pisaba la luna y pronunciaba su famosa frase: «Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad». A continuación mantuvo un contacto con el centro de control de la NASA y unos momentos más tarde redondeó su célebre frase con un «Buena suerte, señor Gorsky». En el centro de operaciones de la NASA todos quedaron sorprendidos pensando que Armstrong había saludado a un astronauta ruso. Intentaron localizar los nombres de los competidores soviéticos en la carrera espacial pero no encontraron ningún nombre que se le pareciera. Amstrong se mantuvo siempre en silencio sobre su enigmático saludo pero el 5 de julio de 1995 desveló en Tampa el secreto que había mantenido oculto durante casi tres décadas. Mientras jugaba a béisbol en el patio de su casa de Wapakoneta, en el estado de Ohio, la pelota fue a parar a la casa de los vecinos, el matrimonio formado por los señores Gorsky. Cuando se acercó oyó unas voces que salían de la habitación. La mujer gritaba a su marido. El joven Neil pudo escuchar: «¿Quieres sexo oral? ¡Tendrás sexo oral cuando el vecino se dé un paseo por la luna!». El señor Gorsky había muerto hacía poco tiempo y Armstrong no sintió la necesidad de ocultar tan preciado secreto.

Las Hemorroides de Napoleón (2009).
José Miguel Carrillo de Albornoz

Azares del Destino


Una joven chiapaneca llamada Amparo Meza llegó a un programa de radio denominado “Quiero Trabajar”, que dirigía Ramiro Gamboa (antes de ser el “Tío Gamboín”) en la estación XEQ. El locutor le preguntó:
--¿De qué quiere trabajar?
–De secretaria. Sé taquigrafía y acabo de terminar mis estudios.
--Mientras esperamos que alguien del público hable para ofrecerle alguna oferta, ¿no le gustaría cantar una canción?
Ella dijo que sí, y al terminar de cantar el locutor le dijo:
--Ya tiene trabajo… sólo que no de secretaria. Acaba de hablar don Amado Guzmán, quien la escuchó cantar y le ofrece trabajo de cantante en nuestra estación.
Sólo que el apellido “Meza” no le gustó a nadie, así es que decidió llamarse Amparo Montes, nombre con el que empezó una carrera larga e intensa.

Mi Novia, la Tristeza (2008).
Guadalupe Loaeza y Pável Granados

domingo, 24 de mayo de 2015

Almuerzo Sagrado



Martín Adán, poeta peruano, por voluntad propia se había ido a vivir al hospital de enfermos mentales “Víctor Larco Herrera” para curar su alcoholismo. Allí se hospedaba feliz. Todo estaba bien hasta que su primo José Luis Bustamante y Rivero llegó a la presidencia de la República a finales de los años 40.
El nuevo Jefe de Estado debía reunir a sus ministros y colaboradores más cercanos. Alguien le recordó que tenía un primo poeta y que sería un buen jefe de prensa en Palacio de Gobierno.
José Luis Bustamante no lo dudó. Mandó a que viniera a las diez de la mañana. Y así fue. El poeta estaba al día siguiente, puntual, en la sala de espera.
El ajetreo de instalarse en Palacio, así como las visitas oficiales y extraoficiales, tenían muy ocupado al Presidente. Y corrían las horas. Y Martín Adán desesperaba. Cansado, hasta fastidiado, en la primera oportunidad que pudo estar cerca del edecán, le preguntó a qué hora lo iba a atender el señor Presidente. Además, intrigado, preguntó para qué su eminencia lo había mandado llamar.
El edecán le explicó que esperara un poco más, que el Presidente lo requería con urgencia, pero estaba muy ocupado con algunos embajadores y visitas de amigos.
El poeta no aguardo más, y se levantó:
--Señor –dijo resuelto-- no puedo esperar más. Dígale al señor Presidente que en el manicomio almorzamos a las doce en punto y, como verá, ya me gana la hora y tengo que irme.
Las otras personas que estaban en la sala de espera lo miraron con extrañeza. Unos, los que no sabían, se preguntaban qué hacía un loco haciéndole guardia al Presidente y otros, los edecanes y personal allegado a Bustamante y Rivero, que sabían que el poeta estaba allí porque iba a ser el secretario de prensa, quedaron más que sorprendidos.
El edecán alzó las cejas. Y sin más, sabiendo que el poeta era primo del Presidente, lo hizo pasar a otro ambiente. Al rato, apareció José Luis Bustamante.
--Cómo has podido decir eso, Martín --le dijo Bustamante y Rivero--. El edecán y las otras personas que están allí saben que te he llamado para nombrarte jefe de prensa del Palacio de Gobierno.
--No, José Luis --protestó el poeta--. No. No acepto. Eso es pedirle a la oveja descarriada que vuelva al redil. Eso nunca.
El poeta lo miró de frente, hizo una venia respetuosa con su sombrero y enrumbó al hospital. Su hora de almuerzo era sagrada.

Rostros de Memoria. Visiones y Versiones Sobre Escritores Peruanos (2009).
Pedro Escribano

Por Imposición


Una de las bodas más desacertadas de la monarquía española, es la que se celebró el 10 de octubre de 1846 entre Isabel II y Francisco de Asís y Borbón. Ella no quería. Y él, tampoco. Porque a ella le gustaban los hombres. Y a él, también. Pero mandaban los intereses de Estado y había que casar a la reina, que aquel mismo día cumplía dieciséis años. Lo único que acertó a decir la adolescente Isabel II cuando le anunciaron el nombre de su futuro marido fue: «¡No, por favor, con Paquita no!». Eso dicen.

Menudas Historias de la Historia (2009).
Nieves Concostrina

jueves, 14 de mayo de 2015

Leal Amistad

                
A pesar de los difíciles tiempos revolucionarios, hacia 1915, el barbero de Piedras Negras, Coahuila, mantenía en pie su negocio. En una ocasión, entró a la peluquería el general villista Rosalío Hernández y pidió al barbero que lo rasurara. Mientras lo llenaba de crema de afeitar, los hombres de la escolta irrumpieron para notificar al general que en el tren que estaba por llegar venía un cura con el cual tenía cuentas pendientes. Rosalío Hernández ordenó que lo aprehendieran y fusilaran. El barbero escuchó y colocó su filosa navaja de afeitar sobre la yugular del general.
    --Revoque sus órdenes o aquí se muere.
                Sorprendido, el general desistió y pidió a sus hombres que esperaran afuera. El barbero continuó rasurando al general, consciente de que tendría que pagar con su vida haber salvado la del cura. El oficial lo observó fijamente y le dijo:
                --Tengo que reconocer que es usted muy hombre, pero tengo que admirar que su amistad es aún mayor. Considéreme desde este momento su amigo--. Y le estrechó su mano.
                El barbero y el cura salvaron la vida.

Anecdotario Insólito de la Historia Mexicana (2008).
Alejandro Rosas

lunes, 4 de mayo de 2015

Poeta Postmortem


“¡Cómo deben llorar en la última hora/ los inmóviles párpados del muerto!”, escribió el poeta Manuel Acuña. Sin saberlo, sus líneas fueron proféticas: su cuerpo embalsamado que yacía sobre el ataúd mostraba el rostro inexpresivo de la muerte y de sus ojos cerrados no dejaban de brotar lágrimas constantemente.

99 Pasiones en la Historia de México (2012).
Alejandro Rosas