viernes, 28 de marzo de 2014

Eficiencia Telefónica

             
 Sabido es que los funcionarios públicos, señaladamente los Secretarios de Estado, Subsecretarios, Oficiales Mayores y hasta Jefes de Departamento, se ven obligados a responder constantemente las incontables llamadas telefónicas de otros funcionarios, de amigos y del público.
                En cierta ocasión el licenciado Alfonso Noriega Cantú, distinguido maestro universitario y persona de gran simpatía y agudo ingenio, ocurrió a entrevistarse con el licenciado Salomón González Blanco, Secretario del Trabajo.
                Comenzaba a tratarle su asunto, cuando sonó el teléfono.
                --Permíteme –dijo don Salomón.
                Habló durante unos minutos y dirigiéndose nuevamente hacia el licenciado Noriega, lo invitó a continuar la conversación. Empezaba a hacerlo cuando nuevamente interrumpió el teléfono. Otro “permíteme” y don Salomón se enfrascó en una discusión que duró mayor tiempo. Finalmente otro “perdona, Chato”, y se reanudó la plática. Volvió a sonar el teléfono y don Salomón tuvo que atender la llamada. La escena se repitió muchas veces y en una de ellas, al colgar el teléfono, el ministro se dio cuenta de que el licenciado Noriega había desaparecido.
                Estaba reflexionando, ¿se enojaría el Chato? ¿Por qué se habrá marchado? De pronto, volvió a sonar el teléfono. Don Salomón descolgó.
                --¿Salomón? Oye, habla el Chato…


Las Mil Anécdotas y Un Comentario (1971).
Octavio Aguilar de la Parra

Pensamiento Divergente

               
Se dice que Ernest Rutherford, Nóbel de Química en 1908, contaba la siguiente anécdota:
                “Un estudiante estaba a punto de recibir un cero por la respuesta que había dado a un problema de física: ‘Lea la pregunta del examen y decida: Demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro’.
                “El estudiante había respondido: ‘Lleva al barómetro a la azotea del edificio y átale una cuerda muy larga. Descuélgalo hasta la base del edificio, marca y mide. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio’.
                “Sugerí que se diera al alumno otra oportunidad. Le concedí 6 minutos para que me respondiera la misma pregunta, pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física.
                “El estudiante escribió la siguiente respuesta: ‘Toma el barómetro y lánzalo al suelo desde la azotea del edificio, calcula el tiempo de caída con un cronómetro. Después aplica la fórmula que dice que la altura es igual a 0.5 por la aceleración de la gravedad en la Tierra por el cuadrado del tiempo, y así obtenemos la altura del edificio’.
                “Perfecto, le dije, ¿y de otra manera?
                “’Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento más sofisticado se puede atar el barómetro con una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores y aplicando una sencilla fórmula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio… En fín –concluyó-- existen otras muchas maneras’.
                “Le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema. Dijo que evidentemente la conocía, pero que durante sus estudios sus profesores habían intentado enseñarle a pensar.
                “El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, Nóbel de Física en 1922, quien fue un innovador de la teoría cuántica”


Gabriela Jaramillo

Yo Soy el Papa

               
En cierta ocasión Bertrand Russell, estaba especulando sobre enunciados condicionales del tipo: “Si llueve las calles están mojadas”, y afirmaba que de un enunciado falso se puede deducir cualquier cosa.
                Alguien que le escuchaba le interrumpió con la siguiente pregunta: “¿Quiere usted decir que si 2 + 2 = 5 entonces usted es el Papa?”.
                Russell contestó afirmativamente y procedió a demostrarlo de la siguiente manera: “Si suponemos que 2 + 2 = 5, entonces estará de acuerdo que si restamos 2 de cada lado obtenemos 2 = 3. Invirtiendo la igualdad y restando 1 de cada lado el resultado es 2 = 1. Como el Papa y yo somos dos personas y 2 = 1, entonces el Papa y yo somos uno. Luego, yo soy el Papa.

20minutos.es
Alfred López

El Peso del Cerebro


               
Theodor Bischoff fue uno de los anatomistas de mayor prestigio en Europa en los 1870’s. Una de sus ocupaciones era el pesar cerebros humanos, tras años de acumular datos observó que el peso medio del cerebro de un hombre era de 1350 gramos, mientras que el promedio para las mujeres era de 1250 gramos. Durante toda su vida utilizó este hecho para defender ardientemente una supuesta superioridad mental de los hombres sobre las mujeres.
                Siendo un científico modelo, a su muerte donó su propio cerebro para su colección. El correspondiente análisis indicó que pesaba 1245 gramos.



Scientific American (Marzo, 1992)

Respuesta Correcta


              
Se dice que cierto político muy conocido, ocurrió saludar al licenciado Luis Echeverría Álvarez pocos días antes de que este asumiera la primera magistratura del país.
                Después de las felicitaciones de rigor y frases de cortesía, dicho político preguntó al presidente electo si podía hacerle, en confianza, una petición. El licenciado Echeverría, sonriente y afable lo autorizó a que la hiciera.
                --Señor licenciado, con la franqueza que siempre le he hablado quiero pedirle la Dirección del Seguro Social.
                El interpelado, sin cambiar su gesto afable, respondió con rapidez:
                --Sí amigo mío, con todo gusto, la dirección del Seguro Social es Paseo de la Reforma número 476…


Las Mil Anécdotas y Un Comentario (1971).
Octavio Aguilar de la Parra