Maximino Ávila Camacho
acostumbraba a codiciar los logros ajenos haciéndose de manera fácil de lo que
le gustara. Tuvo una “idea brillante”
con respecto a su compadre, el empresario mexicano Anacarsis Peralta, mejor
conocido como Carcho Peralta. Una
tarde de la segunda mitad de 1942 se presentó en el despacho de Anacarsis,
presionándolo para que le vendiera la empresa del Toreo de la Condesa. Por supuesto que Carcho se negó.
--Ya te expliqué, y de sobra
lo sabes, que este es mi negocio: yo lo hice y yo te invité, participándote de
los beneficios que produce mi trabajo.
Maximino mencionaba que no le
gustaba como Carcho estaba manejando
las finanzas, alegando esto como excusa para presionar sobre la venta. Carcho le dijo:
--Sabes que eres un tal por
cual y conozco tus métodos, pero a mí no me vas a amedrentar y aunque tengas
tus pistoleros a sueldo aquí estamos tú y yo, y tú también traes pistola,
sácala y nos morimos los dos, pero tú te vas primero.
Ante tal valentía, Maximino,
no se atrevió a intentar nada en el momento, sin embargo, un teniente coronel,
jefe de ayudantes de Maximino, pero amigo también de Carcho, lo buscó al día siguiente para decirle que Maximino estaba
furioso porque lo retó y se negó a vender el negocio. “Ya ordenó que te busquen y te asesinen. Vete de México en cuanto puedas”.
La esposa y hermanas de Carcho, le rogaron que dejara el negocio
y se fuera por un tiempo.
A los pocos días, Carcho tomó un avión con destino a
Sudamérica (Brasil y Argentina), un “exilio
voluntario” al que se sumó su querido amigo Gilberto Guajardo.
Sobra decir que Maximino no
sólo se adueñó de la empresa taurina, pagando el precio que le dio la gana.
También se apoderó del Rancho San Manuel
que Carcho tenía en Puebla.
Mas con todo, Anacarsis no
perdía su buen humor. Antes de tomar el vuelo, Gilberto le comentó:
--A ver cómo nos va, Carcho, porque yo llevo poco dinero.
--No te preocupes, yo traigo
aquí unos centenarios.
--¡Pero si está prohibido
sacarlos de México, Carcho! Seguro
que tendremos problemas.
--Mira, si tienes miedo
adelántate y yo los paso. Toma, llévate mi abrigo.
Pocos minutos después, ya en
el aire y sin que hubiera habido novedad, Gilberto le preguntó:
--Oye, ¿cómo te fue con la
pasada?
--¿Con qué? –respondió Carcho.
--¡Pues con los centenarios!
--¿Los centenarios? ¡Fuiste tú
quien los pasó en mi abrigo…!
Hotel Regis (2015).
Sergio Peralta Sandoval
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