martes, 30 de agosto de 2016

Muy Hombrecito

Carlos Marín, periodista mexicano, recordó una entrevista que hizo al cantante y compositor Juan Gabriel en 1985 y cuenta que lo conoció cuando un vivales que se hacía pasar como su exsecretario quiso chantajearlo.
Le sorprendió que Juan Gabriel a sus 35 años, le dijera que estaba consciente que podía morir en ese momento porque ya estaba en la historia y cada quien tiene una vida privada y su derecho a vivir. Y remató diciéndole: “Mi vicio es escribir y para llegar a donde he llegado y ser quien soy, se necesita ser muy hombrecito”.

El Recado de Juan Gabriel a la Madre de Carlos Marín (2016).
lopezdoriga.com

lunes, 15 de agosto de 2016

Retratazo

El compositor estadounidense George Gershwin pidió a su amigo el pintor mexicano David Alfaro Siqueiros un retrato. Aceptada la idea, llegó al día siguiente a su elegante apartamiento de Park Avenue, en Nueva York, con una tela de 40 por 60 centímetros, aproximadamente.
Pero para ese entonces el cliente ya había cambiado de idea.
Después de observarla un momento, George dijo:
--Anoche he estado pensando, por qué no me pintas mejor un retrato de cuerpo entero.
--En ese caso —le dijo— tendré que venir mañana con una tela mayor, cuando menos con una tela de 1.80 metros de alto por algo así como 1.25 de ancho.
Encargó la tela, y se presentó con la tela convenida para el retrato convenido.
Cuando Siqueiros disponía del material necesario para comenzar la obra, ocurrió algo inesperado. Una vez más George había cambiado de opinión.
--Sabes —le dijo— que me gustaría que me pintaras tocando el piano y de ser posible en el foro del teatro.
Y así la idea original del retrato había devenido en un pequeño mural.
                --George —replicó Siqueiros— lo que tú quieres ya, en realidad, es un pequeño mural... pero lo haremos.
En una tela de 3 metros de largo por 2 metros de ancho, empezó, por fin, ya definitivamente, el retrato de George Gershwin. Muchos meses pasó trabajando en una pequeña pieza del elegante apartamiento de Gershwin. Pintó al músico referido tocando el piano en el inmenso foro del teatro ¡y a todo el teatro! El teatro que pintó, tenía capacidad para algo así como unos 50.000 espectadores. En efecto, con un procedimiento impresionista pintó multitudes y multitudes y multitudes, de tal manera que no queda un solo lugar de la tela en que no haya un minúsculo puntito correspondiente a un espectador de cuerpo entero, aunque sólo se le viera la cabeza. Naturalmente, en aquel enorme conjunto de pisos y pisos curvos, con palcos y palcos y localidades de todas especies, el retrato mismo de George Gershwin no podía ser más grande que de 10 o 15 centímetros. Y el piano, en su equivalente.
Cuando el retrato estuvo terminado, George Gershwin le dijo:
--Tu cuadro es maravilloso, Siqueiros. E indudablemente ya nadie, ni el mejor pintor del mundo, podría hacerle algo más. Pero yo, sin embargo, tu amigo músico, pintor también de talento, según tu amable opinión, quiero pedirte un favor: que en las primeras localidades del lunetaria, pintes a todos los miembros de mi familia, a mi papá ya muerto, al más querido de mis tíos, hermano de mi padre, ya muerto también, a la esposa del más querido de mis tíos, igualmente fallecida, pero también a mi mamá, que vive, y a mi hermano el despilfarrador y a mi primo el tramposo y al otro que, estudiando para cura acabó siendo gigoló. Y si te sobran lugares, por favor pinta también a los dos buenos administradores que he tenido en mi larga carrera musical, porque de hecho todos los otros fueron unos ladrones, y a esos no los pintes, y si los pintas, píntalos de manera inconveniente para ellos.
Con infinita paciencia el pintor puso nuevamente manos a la obra. Empezó, por localizar las fotografías de los ya muertos que tenían derecho a ser retratados. Después, a fijar fechas para las sesiones de pose de los vivos. Y entre ellos, naturalmente su mamá. Con los retratos de los inexistentes y las periódicas sentadas de los existentes, trabajó y trabajó, casi con plan de miniaturista, porque son figuras que tienen dos centímetros, cuando mucho, en aquel inmenso conjunto, hasta dejar totalmente terminado el cuadro.
La terminación de su retrato casi enloqueció a George Gershwin de alegría. Aquello había que celebrarlo de la mejor manera posible, y la mejor manera, según ambos, era un banquete con treinta muchachas en el cual sólo Gershwin y Siqueiros fueran los varones. Y así se hizo. El banquete tuvo lugar en el Waldorf Astoria de Nueva York.
Casi temblando, George Gershwin dijo entonces:
--Jamás hubo en la historia del mundo dos moscas más ahogadas por la miel que nosotros...
Sin embargo, el entusiasmo de Gershwin por su retrato no decreció aquella noche. En un momento dado le pidió a Siqueiros que salieran al corredor. Ya en el corredor le dijo al pintor:
--A ese retrato, Siqueiros, le falta algo.
--¿Cómo? —le dijo con la voz completamente ahogada. —George, si hay 50,000 espectadores y como tú ya empezaste a tocar ya cerraron las puertas y no dejan entrar a nadie ¡creo que esto lo prohibirían hasta los mismos bomberos! No, George, no, yo soy el primero en impedir que alguien te interrumpa.
Después, lentamente, separando cada una de las palabras, con voz cada vez más baja, con voz descendente, le dijo:
--¡¡Le faltas tú!!
Al principio no comprendió lo que quería decir con aquello, y sintiéndose un poco lastimado le dijo:
--¡Cómo!, ¿tienes la impresión de que no parece una obra mía?
--No —le dijo— le faltas tú mismo, tú, en persona. ¡Le falta tu autorretrato!
Pegando un salto, le dijo:
--Pero a dónde lo meto, ¡si ahí ya no cabe ni un perro pequinés metido debajo de los asientos!
George Gershwin fue implacable: faltaba Siqueiros  y se tuvo que pintar, metiendo la cabeza en un rincón del foro, y precisamente al lado de los focos, de esos que queman más que una estufa de gas.
Siqueiros concluye la crónica de aquel trabajo tan peculiar haciendo una advertencia a quien vea el cuadro: “El que observe el retrato tendrá que trabajar bastante para descubrirme a mí en aquel concierto ultramonumental de George Gershwin, en un teatro inexistente y rodeado milagrosamente de todos sus parientes muertos y de todos sus parientes vivos...”

Me llamaban el Coronelazo (1977).
David Alfaro Siqueiros

Invitado Incómodo


En el canal 2 de televisión tenía algunas semanas de haberse iniciado con éxito el programa musical Rincón Bohemio y Tequila “Sauza” era su patrocinador. Tres bohemios lo animaban: Tata Nacho, Renato Leduc y Mario Talavera. Cada semana, un invitado famoso. Cuando le tocó el turno a Agustín Lara, llegó de la mano de Renato Leduc, quien comenzó a entrevistarle con preguntas atrevidas que encandilarían al teleauditorio.
En un momento dado, Agustín interrumpió a Renato y rápidamente puso sobre la mesa el ánfora de cognac “Martell”, que llevaba en el bolsillo posterior del pantalón, diciendo con voz pastosa:
--Bueno, y ahora brindemos con un buen cognac y no con las porquerías que se anuncian en este programa.
Los camarógrafos casi se paralizaron; se cayeron algunas luces; Mario Talavera puso sus manos en una cara aterrorizada; Tata Nacho se autohipnotizó. Agustín bebía tranquilo de su ánfora y sonaban las risotadas de Renato. Un desastre... el caos.
Al día siguiente, suspensión del programa y aviso de cancelación de la cuenta del cliente patrocinador.

Vidas de Bohemia (2014).
habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.mx
Gerardo Mendive Michelini