Finalizaba 1923 y México estaba en armas una vez más; la rebelión
delahuertista contra la imposición de Calles tenía intranquilo al presidente
Obregón. «Mi constante preocupación eran
las defecciones —recordaba el caudillo—:
ya se volteó Estrada; se voltearon Diéguez y Alvarado; en cada mensaje sin
necesidad de leerlo, adivinaba yo la noticia: una volteada más».
Una noche, mientras dormía con su esposa, el general comenzó a roncar.
Doña María Tapia lo movió para que dejara de hacerlo:
--¡Voltéate, Álvaro, voltéate!.
Tal era su obsesión con los
levantamientos armados, que aún medio dormido, le dijo:
--¿Voltearme yo? Sería el colmo; ¿yo voltearme?, ¿contra quién?, ¿contra
el gobierno, es decir, contra mí mismo? ¡Y tú me lo aconsejas!…
A lo que respondió María:
--¡Nooo, te digo que te voltees y te acuestes de lado, porque bocarriba
roncas…
99 Pasiones en la
Historia de México (2012).
Alejandro Rosas
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