Napoleón Bonaparte toma la corona española, y a su hermano mayor, José, lo envió a gobernar España. No contaba, sin embargo, con el pueblo español que se levantó contra el invasor francés. Murat, cuñado del emperador, reprimió bárbaramente los intentos heroicos –e inútiles-- que hicieron los españoles por resistirse a la invasión. Un catecismo que los curas de aldea hacían circular entre sus feligreses decía esto: “¿Es pecado matar a un francés? No, padre. Se gana el cielo matando a uno de esos viles opresores”. La gente dejó de pronunciar la piadosa jaculatoria que sigue usándose todavía en los pueblos de habla hispana a modo de asombrada exclamación: “¡Jesús, María y José!” ¿Cómo decir esa frase, si al decirla se tenía que pronunciar el nombre del odiado rey que Napoleón había impuesto? Se decía entonces: “¡Jesús, María y el esposo de Nuestra Señora!” Al rey lo llamó el pueblo “Pepe Botella”, haciendo burlona alusión a su vicio de beber.
Hidalgo e Iturbide. La Gloria y el Olvido.
(2008).
Armando Fuentes
Aguirre “Catón”
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